Otros nombres: Mal de Párkinson, Párkinson, Parkinsonismo, Parálisis con temblor.
La enfermedad de Párkinson es un tipo de trastorno del movimiento. Ocurre cuando las células nerviosas (neuronas) no producen suficiente cantidad de una sustancia química importante en el cerebro conocido como dopamina. Algunos casos son genéticos, pero la mayoría no parece darse entre miembros de una misma familia. Los síntomas comienzan lentamente, en general, en un lado del cuerpo. Luego afectan ambos lados. Algunos son:
Temblor en las manos, los brazos, las piernas, la mandíbula y la cara.
Rigidez en los brazos, las piernas y el tronco.
Lentitud de los movimientos.
Problemas de equilibrio y coordinación.
A medida que los síntomas empeoran, las personas con la enfermedad pueden tener dificultades para caminar o hacer labores simples. También pueden tener problemas como depresión, trastornos del sueño o dificultades para masticar, tragar o hablar. No existe un examen de diagnóstico para esta enfermedad. Los doctores usan el historial del paciente y un examen neurológico para diagnosticarlo. La enfermedad de Párkinson suele comenzar alrededor de los 60 años, pero puede aparecer antes. Es mucho más común entre los hombres que entre las mujeres. No existe una cura para la enfermedad de Párkinson. Existen diversas medicinas que a veces ayudan a mejorar enormemente los síntomas. En casos severos, una cirugía y estimulación cerebral profunda (electrodos implantados en el cerebro que envían pulsos para estimular las partes del cerebro que controlan el movimiento) pueden ayudar.
El temblor es uno de los síntomas motores de esta enfermedad y también el más conocido. Sin embargo, existen otros síntomas que en muchas ocasiones son más invalidantes, como son los síntomas no motores. Entre estos destacan los problemas del sueño, la depresión, los trastornos de control de impulsos, o los problemas cognitivos.
Los síntomas predominantes de la enfermedad son los siguientes:
Motores:
Temblores: Movimientos lentos y rítmicos que se aprecian inicialmente más en las manos, en estado de reposo y que se reducen en los movimientos voluntarios.
Rigidez muscular: Los músculos están tensos y contraídos sintiendo dolor, rigidez o debilidad.
Bradicinesia: Enlentecimiento de los movimientos voluntarios y automáticos. La persona afectada no puede realizar rápidamente movimientos rutinarios. Las actividades que antes realizaba fácilmente como asearse y vestirse, pueden necesitar mucho tiempo. Pérdida de expresión en la cara.
Inestabilidad postural: El tronco y la cabeza están adelantados al resto del cuerpo. Hombros caídos.
Anomalías al andar: Marcha lenta con pasos cortos y dificultad para pararse. Les cuesta trabajo comenzar a caminar y sufren bloqueos en la deambulación.
Trastornos del equilibrio: Reflejos alterados que producen caídas.
No motores: Trastornos del sueño, lentitud generalizada, apatía, cansancio, ansiedad, depresión, trastornos de la conducta (irritabilidad), voz de tono bajo, estreñimiento, hipotensión, dermatitis seborreica, trastornos en la micción, disfunciones sexuales, etc.
La enfermedad de Párkinson es un desorden neurológico que ocurre cuando las células del cerebro que producen dopamina se vuelven no funcionales. La dopamina permite el movimiento de la motricidad gruesa y fina, incluyendo la fluidez verbal y el buen balance. La enfermedad de Párkinson afecta a ambos géneros igualmente. El 85 por ciento de los diagnosticados son mayores de 50 años.
La enfermedad típicamente tiene cinco etapas.
Etapa Uno
Durante esta etapa los síntomas son leves y típicamente se observan por primera vez por un miembro de la familia o amigo del paciente. El paciente experimenta leves temblores de un lado del cuerpo y pueden mover reflexivamente su dedo pulgar e índice juntos como “rodando una pastilla”. Se puede notar la mala postura y la pérdida de balance.
Etapa Dos
En esta etapa los síntomas son bilaterales (afecta ambos lados del cuerpo). La falta de balance y la dificultad para caminar son notables.
Etapa Tres
En la tercera etapa de la enfermedad de Párkinson un paciente es incapaz de pararse o caminar en un recorrido recto. Se notan los movimientos extremadamente lentos (bradicinesia).
Etapa Cuatro
Se manifiestan varios síntomas en la etapa cuatro de la enfermedad de Párkinson. Todavía pueden caminar pero es con menos frecuencia. Los síntomas del Alzheimer pueden desarrollarse. El paciente es incapaz de completar actividades del diario vivir sin ayuda.
Etapa Cinco
En la última etapa de la enfermedad de Párkinson el paciente se encuentra típicamente inmóvil y requiere de una enfermera de cuidado las veinticuatro horas del día. La dificultad para caminar son notables.
Los medicamentos que disponemos en la actualidad alivian los síntomas de la enfermedad, pero no son curativos ni evitan su progresión. En todos los casos, la medicación debe ser prescrita y controlada por el neurólogo.
Levodopa: El tratamiento con levodopa se introdujo a finales de los años 60, pero aún hoy sigue siendo el más efectivo para mejorar los síntomas de la enfermedad. Esta sustancia sustituye a la dopamina endógena, es decir, la que produce el propio organismo- de la que es deficitario el paciente parkinsoniano y que se administra siempre junto a otro fármaco, la benseracida o la carbidopa, para aumentar su actividad y reducir sus efectos secundarios. La efectividad de la levodopa se ve reducida con el paso de los años.
Se calcula que a los 5 años de haberse iniciado el tratamiento con levodopa, en un porcentaje importante de pacientes (2050%25) se inician las llamadas fluctuaciones motoras. Estas se caracterizan por la existencia de determinados periodos de tiempo en los que la medicación está haciendo efecto, periodos On, con otros periodos durante los que la medicación no produce su efecto y que recibe el nombre de periodos off. Con el transcurso de los años estas fluctuaciones se pueden hacer más pronunciadas, siendo los periodos de tiempo en los que la medicación no tiene efectividad se hacen más largos y menos predecibles. Todo esto obliga a un aumento paulatino de las dosis y de la frecuencia de administración de levodopa.
Es entonces cuando aparecen los efectos secundarios provocados por la propia levodopa: Trastornos psíquicos, aumento del apetito sexual, hipotensión ortostática, alteraciones gastrointestinales... Además un exceso de levodopa puede facilitar la aparición de movimientos involuntarios anormales excesivos que no pueden ser controlados por el paciente y que se denominan discinesias.
Podemos encontrar distintas presentaciones de la levodopa:
1. Levodopa de acción retardada: Su vida media en el plasma es más larga que la de la levodopa convencional, dado que su absorción intestinal es más prolongada. Con ello se pretende que las dosis administradas tengan más eficacia sostenida y, por lo tanto, se atenúen las fluctuaciones motoras. También puede ser útil para tratar los síntomas de la enfermedad durante la noche, ya que sus efectos se pueden prolongar durante varias horas.
2. Levodopa en infusión de gel: Es un tratamiento para la enfermedad de Parkinson avanzada. Consiste en administrar de forma continua levodopa y carbidopa directamente en el duodeno del paciente para mantener así, los niveles de levodopa constantes en el plasma, y conseguir una estimulación dopaminérgica continua. Se administra con una bomba de infusión a través de una gastrostomía percutánea gástrica, suele estar conectada durante el día, unas 16 horas según considere el médico. En caso de que no se encuentre satisfecho con el tratamiento, es un tratamiento reversible.
Existen otros fármacos antiparkinsonianos que se administran como monoterapia, al inicio de la enfermedad, o en conjunto con la levodopa, para aumentar la cantidad de levodopa disponible, y/o la vida media plasmática de la misma:
Amantadina: Se administra, a veces, al principio de los síntomas, cuando estos son leves, o para retrasar el inicio del tratamiento con levodopa. Este fármaco disminuye los movimientos involuntarios.
Agonistas dopaminérgicos: El inicio del tratamiento con agonistas dopaminérgicos, que resultan eficaces para controlar los síntomas de la enfermedad en estados iniciales, permite retrasar el inicio del tratamiento con levodopa y demorar, así, algún tiempo la aparición de fluctuaciones motoras y otras complicaciones de este fármaco. Su asociación al tratamiento con levodopa permite, en algunos casos, reducir sus efectos secundarios, sin que se pierda potencia o efectividad terapéutica.
Inhibidores dopaminérgicos (de la COMT y/o de la MAOB): Disminuyen la degradación de la levodopa al bloquear las enzimas de la COMT y de la MAO-B aumentando así la disponibilidad de la dopamina en el cerebro. Se puede administrar en fases iniciales de forma individual, y/o a medida que avanza la enfermedad en combinación con la levodopa.
Anticolinérgicos: indicados solo en casos muy concretos y en pacientes con menos de 70 años debido a sus efectos secundarios, como visión borrosa, retención de orina o pérdida de memoria. Son efectivos fundamentalmente en el tratamiento del temblor y la rigidez y reducen el exceso de saliva. Sin embargo, son poco útiles para aliviar la torpeza y lentitud de movimientos.
La Enfermedad de Alzheimer (EA) es una enfermedad neurodegenerativa que da lugar a un deterioro cognitivo adquirido de inicio insidioso y curso lento y progresivo, cuyas principales manifestaciones son la pérdida de memoria inmediata y los trastornos conductuales. También conocida como Mal de Alzheimer o Demencia Senil tipo Alzheimer, es la causa de demencia más frecuente en los mayores, representando el 50-60% de todas ellas.
Por lo general, el síntoma inicial es la incapacidad de retener la información reciente, pues se ve alterado el proceso de fijación, con lo que es muy frecuente atribuir estos despistes u “olvidos” a la vejez. Algunos síntomas acompañantes en el curso de la enfermedad son:
Afasia (dificultad de producir y comprender el lenguaje).
Apraxia (dificultad para realizar actividades motoras)
Agnosia (fallo en el reconocimiento de objetos) • Alteración de la ejecución (fallos en la planificación, organización, secuenciación y abstracción)
La Enfermedad de Alzheimer también interfiere en las actividades de la vida diaria (AVDs), en las relaciones sociales y/o en el ámbito laboral, ya que a medida que avanza la enfermedad van apareciendo más dificultades. Se produce, por tanto, una afectación en el área física, psíquica y social que repercute en la calidad de vida del mayor y de sus familiares.
El Alzheimer aparece generalmente a partir de los 65-70 años (Alzheimer de inicio tardío), pero cada vez es más frecuente encontrarlo en personas entre 50 y 65 (Alzheimer de inicio Temprano), por lo que es fundamental la detención precoz y el tratamiento prematuro, para lo que es imprescindible una valoración exhaustiva a cargo del Servicio de Neuropsicología. Del mismo modo, el Servicio Médico y de Enfermería llevarán a cabo programas y actividades preventivas que promuevan la salud y el envejecimiento activo.
Debemos recordar que el Alzheimer no es el único tipo de demencia, con lo que un correcto diagnóstico es fundamental a la hora de establecer el tratamiento adecuado. Los familiares tienen que estar muy bien informados del tipo de demencia que sufre el mayor, ya que el pronóstico y la evolución son diferentes para cada una de ellas. Para el Método Hoffmann cada caso es único, por lo tanto, las necesidades de cada persona también lo son.
No existe una causa concreta a la que se le pueda atribuir la responsabilidad de la aparición de la Enfermedad de Alzheimer. Al contrario, su etiología es multifactorial, es decir, existen una serie de factores de riesgo, tanto genéticos como ambientales que, al interferir entre sí, dan lugar a una serie de acontecimientos que resultan en el inicio de la enfermedad.
Los principales factores de riesgo implicados en la etiopatogenia del Alzheimer son:
Influencia genética: Existen varios genes implicados, sobre todo en el tipo de inicio precoz. En los casos en los que un familiar directo padece la enfermedad, la probabilidad de que su descendencia la desarrolle es 2-4 veces mayor.
Edad: El riesgo se duplica cada 5 años. A los 65 la probabilidad de padecerla es del 10%, llegando hasta el 50% a los 85 años.
Sexo: Cuestión controvertida. Existe un mayor porcentaje de mujeres que presentan la enfermedad, sin embargo, se cree que puede ser debido a su mayor esperanza de vida.
Escolarización y nivel educativo: La ejercitación cognitiva y el aprendizaje estimulan la comunicación neuronal (plasticidad neurológica), con lo que un bajo nivel educativo viene relacionado con un aumento del riesgo de desarrollar la enfermedad.
Hipertensión Arterial de larga evolución: Antecedentes de Traumatismo Craneal.
Nutrición: Una dieta basada en productos de gran contenido calórico, con altos niveles de ácidos grasos saturados y/o de ácidos grasos omega 6, están relacionados con un mayor riesgo de sufrir Alzheimer. Hay dietas especializadas para la prevención y tratamiento del alzheimer.
Niveles elevados de Homocisteina: Esta sustancia es un aminoácido orgánico que interviene en procesos fundamentales para el organismo, pero que, en concentraciones altas, está íntimamente relacionada con la aparición de cardiopatías y neuropatías.
Antecedentes: de procesos depresivos o Sd. de Down.
Otros: Tabaco, estilo de vida sedentaria, diabetes y obesidad.
La esperanza de vida en un mayor con Enfermedad de Alzheimer es, de media, de entre 8 y 10 años desde el momento del diagnóstico, sin embargo la evolución varía de un paciente a otro, existiendo casos en los que se puede llegar hasta los 20 años. La evolución de la Enfermedad de Alzheimer se define en tres fases:
1. Fase leve o inicial.
Sintomatología ligera, mantenimiento de la autonomía. Aparecen problemas sociales y laborales debidos a la enfermedad, pero se preserva la independencia en las AVDs.
Se afecta la memoria a corto plazo, aparecen olvidos o despistes.
Algunos cambios de humor y del comportamiento.
Lentitud en el aprendizaje y complicaciones en la comunicación y la comprensión del lenguaje escrito.
Rechazo a conocer nuevas personas y lugares, preferencia por lo que les resulta familiar.
La organización y la planificación resulta problemática.
2. Fase Moderada:
Se va perdiendo la autonomía, el sujeto ya no es completamente independiente y comienza a requerir ayuda de su cuidador.
Pérdida de memoria a corto plazo y largo plazo. Olvidos cada vez más frecuentes e incapacidad y confusión a la hora de recordar acontecimientos de la historia personal.
Mayor dificultad para realizar tareas habituales, puede que sean autónomos en las AVDs, pero requieren de ayuda para otras actividades más complejas y se recomienda supervisión en las primeras.
Pueden no ser capaces de encontrar las palabras adecuadas, aparecen problemas de comunicación y lenguaje.
Desorientación en temporo-espacial y dificultad en la toma de decisiones.
Dificultad para tomar decisiones y pérdida de la iniciativa.
Colocación de objetos en lugares equivocados.
Cambios de humor, de comportamiento y de personalidad más pronunciados.
3. Fase Severa
Aparecen dificultades en todas las AVDs y en el lenguaje.
La pérdida de memoria es prácticamente total, no reconocen a las personas, no son capaces de alimentarse y no preservan el control de las funciones corporales.
Requieren de atención y cuidados constantes.
Debilidad física muy acentuada.
Mantiene la capacidad para sonreír.
Varios medicamentos de receta están actualmente aprobados por la Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), para tratar a las personas que han sido diagnosticadas con la enfermedad de Alzheimer. El tratamiento de los síntomas de la enfermedad de Alzheimer puede brindar a los pacientes bienestar, dignidad e independencia durante un período más largo de tiempo y también puede alentar y ayudar a las personas encargadas de atenderlos. Es importante entender que ninguno de estos medicamentos detiene la enfermedad misma.
Tratamiento de los síntomas leve a moderado:
Los medicamentos llamados inhibidores de colinesterasa son recetados para el tratamiento de los síntomas de grado leve a moderado de la enfermedad de Alzheimer. Estos medicamentos pueden ayudar a retrasar los síntomas o impedir que empeoren por un tiempo limitado y pueden ayudar a controlar algunos síntomas relacionados al comportamiento. Los medicamentos son: Razadyne (galantamina), Exelon (rivastigmina) y Aricept (donepezilo).
Los científicos todavía no entienden completamente cómo los inhibidores de colinesterasa funcionan para tratar la enfermedad de Alzheimer, pero las investigaciones indican que éstos previenen la descomposición de la acetilcolina, un compuesto químico del cerebro que se cree es importante para la memoria y el proceso de pensar.
A medida que la enfermedad de Alzheimer progresa, el cerebro produce menos y menos acetilcolina y por lo tanto, con el tiempo, los inhibidores de colinesterasa pueden perder su efecto. No hay ningún estudio publicado que compare directamente estos medicamentos. Debido a que funcionan de una manera similar, no es probable que cambiar de uno de estos medicamentos a otro produzca resultados significativamente diferentes. Sin embargo, una persona que padezca de la enfermedad de Alzheimer puede responder mejor a un medicamento que a otro.
Los doctores usualmente empiezan recetando a los pacientes una dosis baja del medicamento y la van aumentando gradualmente dependiendo de cómo un paciente tolera el medicamento. Hay alguna evidencia que ciertos pacientes pueden beneficiarse de dosis más altas de inhibidores de colinesterasa. Sin embargo, cuanto más alta la dosis, más alta también es la probabilidad de tener efectos secundarios. Las dosis efectivas recomendadas de los medicamentos recetados para tratar los síntomas de la enfermedad de Alzheimer y los posibles efectos secundarios de estos medicamentos están resumidos en el cuadro incluido (consulte el interior del folleto).
Los pacientes deben ser supervisados cuando empiezan a tomar un medicamento. Notifique inmediatamente cualquier síntoma extraño al doctor que le recetó el medicamento. Es importante seguir las instrucciones del doctor cuando se toma cualquier medicamento, inclusive vitaminas y suplementos fabricados a base de hierbas. Además, informe al doctor antes de agregar o cambiar cualquier medicamento.